Liderazgo

¿Qué entendemos por Liderazgo Educativo?

Carlos Alberto Rivera
V Congreso Nacional de Educadores
Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas - UPC- La Molina.
2 de Agosto del 2001

Sólo hasta hace algunos años se ha puesto mayor énfasis en los procesos de gestión de la escuela dándole una dimensión mucho más amplia que la referida a los procesos administrativos ligados al servicio de la instrucción. La Escuela tradicionalmente se ha concebido como una organización con una misión de servicio y se ha subrayado -con sobrada justificación- su rol en los procesos de reproducción, transmisión y transformación de la cultura.

Este acento "formador", sin embargo, ha hecho que los procesos de gestión no siempre se hayan relacionado con los fines que proceso educativo buscaba. Encontramos así escuelas de buena categoría, con un buen manejo administrativo de los recursos, con eficientes servicios, con programas de avanzada, pero en los que los valores y principios que se pretenden inculcar en los alumnos no se ven tan claramente reflejados cuando se trata de las relaciones entre los miembros de la organización o la forma como se toman decisiones gerenciales.

Muchas veces, por debajo de la imagen de eficiencia, pulcritud, integridad (que no se pueden poner en duda por la vocación de servicio existente), se esconde un clima organizacional en que prevalecen dependencias, manejo inadecuado del poder, grupos divididos, sentimientos de insatisfacción, o una anomía que desdice de los objetivos trazados en la escuela. ¿Cómo es posible formar en valores si es que estos no se viven de alguna forma en la organización y no sólo en términos de discurso o de contenidos curriculares sino de criterios de manejo de la dinámica organizacional?

Al fin y al cabo, la cultura (o culturas, según nuevos enfoques) no es lo que aparece establecido en los documentos fundacionales o en el PDI necesariamente, sino la manera como se hacen las cosas, como se llevan a cabo y esto responde (como toda conducta y actitud) según la base de creencias, significados compartidos, que las personas o grupos o la organización como un todo adopte consciente o inconscientemente.

Nuevos retos para el quehacer educativo

Por otro lado, el entorno también le plantea al quehacer educativo nuevos retos. Los pensadores educativos -y el sentido común de maestros visionarios- encuentran que a estos retos sólo se puede responder con un nuevo concepto de la educación y con nuevas estrategias que tomen en cuenta a la persona y su dinámica de interacción con el entorno presente y futuro.

Pero esta nueva aproximación educativa requiere también mirar la organización. En un mundo competitivo, en que las organizaciones han de lidiar con otras en lograr la satisfacción de los clientes a través de la mejora contínua de la calidad de sus productos bajo el riesgo de sucumbir, nadie se puede dar el lujo de ignorar su dinámica interna. Es cierto, que todavía resta una enorme discusión, sobre "empresariar" la escuela.

Lo primero que se esgrime en contra es sucumbir con este pensamiento a la ley del mercado y perder en ello la capacidad cuestionadora de la realidad y de las personas que toda acción educativa debe de tener.

No hay nada desdeñable en este argumento, y coincidimos en que la educación ha de gestar personas libres, con sentido crítico, creativas, que puedan darse cuenta de los fallos vigentes y planteen alternativas innovadoras. Pero también es cierto, que incluso para cumplir esta misión, es necesario llegar a las personas, a los beneficiarios, a aquellos que van a recibir este servicio y son muchos los que quieren hacerlo con buena o nublada intención.

Entonces es necesario que la escuela -en cuanto organización- tenga la flexibilidad, la agudeza de visión, la unidad interna, el impulso que le permita ofrecer y defender su oferta ante aquellos que sienten que pueden y deben elegir. Una organización quebrada o débil, que se esconde de cualquier amenaza que pueda poner en peligro su frágil estabilidad ganada a fuerza de un poder vertical, no sólo no podrá competir y llegar a cumplir su misión sino que perderáa vigencia porque no tiene la capacidad de adaptarse (sin perder la crítica) a los tiempos cambiantes.

Es aquí entonces donde entra la necesidad de reflexionar sobre la organización y el papel que cumple el liderazgo en ese compromiso dinámico con el entorno. La escuela ha de preguntarse cuánto puede aportar un liderazgo efectivo en mantener (o conseguir) las competencias que le permita -a la escuela, en cuanto organización- autoconocerse, plantearse metas y ser suficientemente libre para tomar decisiones acertadas y consistentes con lo que cree y valora.

Cambiar la imagen del líder en la escuela

La respuesta a dicha pregunta requiere en primer lugar conceptualizar adecuadamente el liderazgo, cambiar la imagen tradicional del líder, y del líder en la escuela. La escuela ha de lograr ver que el liderazgo no es algo privativo de algunos con determinadas características innatas o de abolengo. No es que unos puedan ser líderes y otros no, sencillamente porque no tienen las características que permiten ser líder.

Tampoco se trata de identificar determinadas conductas que hacen que alguna persona pueda adoptar y así ser líder en determinada circunstancia. La idea es descubrir que el liderazgo implica una relación con aquellos a quienes decidimos liderar, una relación que apele a sus motivaciones más valiosas, que les haga aquilatar sus esfuerzos y a la larga, los conduzca a sus metas a través de su aporte a la organización.

El liderazgo entendido así no puede ser entonces resultado de características fijas o conductas preestablecidas. Es más bien fruto de una reflexión ética que impulsa a su vez una serie de competencias para la vida, a las que se aúnan otras competencias, más técnicas, más profesionales.

La persona que busca el liderazgo habrá de entender, por ejemplo, que el poder ha de ser usado para generar autoridad entre las personas y que tiene sus limitaciones en la libertad de los que buscamos sean seguidores. Estos no pueden amar o aprender por fuerzas coactivas, y por mucho poder que tenga un director o autoridad formal del colegio, no podrá lograr, manipulando ese poder, que las personas se alineen con la visión y generen calidad.

El que busca el liderazgo habrá de entender también que la comunicación está a la base de toda relación y que sólo cumple su cometido cuando los interlocutores se disponen a escucharse, considerándose receptores y emisores válidos de pensamientos, ideas y sentimientos. Entendiéndola así, el líder buscará desarrollar siempre una actitud comunicativa que genere comprensión, diálogo, tolerancia, escucha, consenso y creación. Esa actitud le permitirá también manejar los conflictos sin temor, considerándolos como oportunidad de crecimiento personal y organizacional.

El líder potencial en la escuela verá también que nada de esto es posible sin la intención de vivir la integridad, alineando sus actos con sus valores, con sus creencias y con su deseo de una vida buena. Considerará que en esto se verifica el ejercicio de su libertad y la razón de su ser humano.

En este esfuerzo de integridad, el líder se encontrará con la necesidad de irse aclarando a sí mismo, sus principios, sus valores y una vez aclarados difundirlos y promoverlos en su entorno laboral, familiar, social. Verá también desde allí la importancia de consensuar con otros en torno a esta búsqueda del bien común y abrirá espacios de diálogo político y transformación de las instituciones.

Esta nueva comprensión del liderazgo abrirá posibilidades de cambio en la organización en la medida que se va descubriendo cómo se vincula con una orientación clara, con equipos cohesionados y coordinados, con personas motivadas impulsadas hacia la dirección adecuada, con una cultura de cooperación, solidaria y humana.

Pero también permitirá que se revise a la luz de las características del entorno cuál debe ser la centralidad del quehacer educativo. Es probable que no se encuentren aquí demasiados elementos nuevos, pero sí enfoques renovados. Una vez más la formación de la persona vuelve a aparecer como el objetivo primordial de la organización escolar, pero ya no puede ser un asunto curricular o académico, sino que involucra a toda la gestión y a todos los integrantes de la organización. Una cultura de liderazgo será la que posibilite que se vayan formando los líderes íntegros que transformen la sociedad y la proyecten hacia el futuro. Y este es el objetivo de todo acto educativo.

 

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